domingo, febrero 13, 2005

Cuanto menos, mejor

En septiembre de 1996 tuvo lugar un congreso internacional en Frankfurt, para celebrar el segundo centenario de la publicación de la Ley de la similitud del medico alemán Samuel Hahnemann, similia similibus curantur, o "lo similar cura lo similar", que constituye la base de la homeopatía. En Alemania, la homeopatía forma parte de la medicina oficial.
Según la ley de la similitud de Hahnemann, las sustancias que producen un determinado conjunto de síntomas en una persona sana pueden curar dichos síntomas en una enferma. Aunque hay ideas parecidas en los escritos de Paracelso, de la Edad Media, y en la medicina china, con miles de años de antigüedad, parece que Hannemann llegó a esa conclusión de forma independiente cuando trataba de comprender cómo la quinina alivia los síntomas de la malaria. Probó un poco de quinina consigo mismo y experimentó frío y fiebre: los síntomas clásicos de la malaria. Partiendo de esta única experiencia dio el enorme salto que supune establecer un principio general de la medicina. El planteamiento de la similitud de Hahnemann iba en contra de la visión médica predominante en su época, que consite en prescribir tratamientos que parecían suprimir los síntomas. Tanto el tratamiento de la similitud como el de la oposición eran conceptos lastimosamente simplistas.
Hahnemann pasó una gran parte de su vida probando sustancias naturales para descubrir que síntomas producían y, luego, prescribirlas a las personas que exhibían dichos síntomas. Aunque hoy no se tomarían en serio las evidencias anecdóticas en las que basaba sus conclusiones, la homeopatía, tal como se practica actualmente, se basa casi por completo en la lista de sustancias de Hahnemann y en sus indicaciones de uso.
Obviamente, las sustancias naturales suelen ser extremadamente tóxicas. Preocupado por los efectos secundarios que frecuentemente acompañaban a sus medicaciones, Hahnemann experimentó con la dilución. Como era de esperar, descubrió que, al aumentar la dilución, los efectos secundarios se podían reducir y, en última instancia, eliminar. Y-lo que reulta aún más notable- descubrió también que, cuanto más diluía la medicina, más parecían beneficiarse de ella sus pacientes. Entonces llegó a la asombrosa conclusión de que la dilución incrementaba el poder curativo de sus medicaciones. Y declaró que aquello constituía su segunda ley, "la ley de los infinitesimales": cuanto menos, mejor.
Hahnemann utilizaba un proceso de dilución secuencial para preparar sus medicaciones. Así, diluía un extracto de alguna hierba o mineral "natural": una parte de la medicina por diez de agua(1:10); luego agitaba la solución, y la diluía de nuevo en otro factor de diez, lo quedaba una dilución total de 1:100. Cada dilución secuencial añadía otro cero. Dado que repetía el proceso muchas veces, el método le permitía llegar fácilmente a diluciones extremas.
El límite de la dilución se alcanza cuando sólo queda una molécula de la medicina. Más allá de ese punto ya no hay nada que diluir. En los remedios homeopáticos que se comercializan, una solución de 30X es bastante común. La notación "30X" significa que la sustancia se ha diluido 30 veces secuencialmente. La solución final tendría una parte de la medicina por un quintillón(es decir, un uno seguido de treinta ceros) de partes de agua, lo que se encuentramucho más allá del límite de la dilución. Para ser más exactos, con una dilución de 30X uno tendría que beber unos 30,000 litros de la solución para tener la posibilidad de tomar una molécula de la medicina.
No resulta díficil ver por qué Hahnemann se convirtió en un médico popular, en aquella época los médicos todavía trataban a los pacientes con sangrías, purgas y frecuentes dosis de mercurio y otras sustancias tóxicas. Si los remedios infinitamente diluidos de Hahnemann no hacían ningún bien, al menos tampoco hacían ningún daño, permitiendo que las defensas naturales del paciente corrigieran el problema. A medida que la reputación de Hahnemann crecía, la confianza de los pacientes en su curación aumentaba. La creencia suscitaba el efecto placebo, y permitía que los mecanismos de reparación de su propio cuerpo funcionaran sin que el estrés los alterara.
Robert L. Park

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