El rey persa Ciro tenía un templo dedicado a la divinidad de Bel. Una buena mañana notó que Daniel no le rezaba a Bel. Daniel dijo que no rezaba a dioses hechos por los hombres. “De qué estás hablando, le dijo el rey, todas las noches le dejamos una buena cantidad de comida a Bel y en las mañanas ya no queda nada” (Daniel 14, 6). Pero Daniel le dijo que Bel jamás ha comido. El rey, encolerizado, mandó a llamar a los sacerdotes, para que demostraran el poder de Bel. Si era falso serían castigados los sacerdotes, y sino Daniel sería “fusilado”. Ellos propusieron que el rey, una vez que hubieran dejado la comida, cerrara bien la puerta y la sellara con su anillo. El rey aceptó, pero Daniel le pidió que antes de sellar la puerta arrojaran cenizas por el pavimento. Aquella noche como todas las noches, los sacerdotes ingresaron en el templo sellado, por una puerta secreta bajo el dios Bel, y junto a sus esposas e hijos se dieron un buen festín. A la mañana siguiente el rey abrió las puertas del templo que permanecían con el sello real y descubrió que no quedaba comida y glorioso gritó: “Grande eres Bel” (14, 18). Pero Daniel le hizo notar las cenizas, en ellas habían quedado marcadas las huellas de los comensales: hombres, mujeres y niños. El rey irritado mandó a quemar a los sacerdotes con sus mujeres e hijos.
Buena historia, final clásico de la biblia.
Fernando Velázquez
viernes, noviembre 24, 2006
Escepticismo bíblico
Categorías: religión
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3 comentarios:
Me pregunto por qué un rey mazdeísta le estaba rezando a un dios semítico.
Saludos, P.
Buen antecesor de James Randi ese Daniel, con doble ciego incluido.
Un Abrazo
pereque: supongo que tenía que ver con el milagro de su progioso apetito
antonio: de esta historia me enteré porque en el radio dijeron que era el primer detective de la historia...(de ciencia ficción se les olvidó mencionar).
un abrazo,
fernando velázquez
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