sábado, enero 29, 2005

Del olvido ni me acuerdo

“¿Quién? ¿Quién es? Nadie. Al día siguiente nadie. La plaza amaneció barrida: los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo. Y en la televisión, en el radio, en el cine no hubo ningún cambio en el programa. Ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete (pues prosiguió el banquete).”
Rosario Castellanos, Memorial de Tlatelolco.
El movimiento estudiantil del 68 no fue un proceso social único en el mundo, por el contrario, los involucrados en el movimiento compartieron muchas características con movimientos estudiantiles alrededor del mundo; los ideales de liberación constituían un fuerte nexo entre células de distintos países.
En particular, en México, hubo muy pocos intelectuales y libre pensadores que contribuyeran a las ideas de libertad del movimiento, los jóvenes adoptaron ideas de otros grupos en diferentes países (principalmente países del primer mundo); no porque nuestro país no tuviera intelectuales sino porque las ideas originales provenían de países donde la represión y la guerra constituían una amenaza más seria. El nuestro ha sido siempre un país surrealista, la tradición liberal de Benito Juárez ha sido sólo histórica y superflua, son sólo palabras que se utilizan en los contenidos políticos más nunca en la vida diaria. Los grupos de poder en nuestro país han sido siempre los mismos cambiando de cara.
A pesar de la experiencia socialista con Lázaro Cárdenas y la vasta tradición revolucionaria, en México se dio un curioso estilo de dictadura gubernamental. Una guerra secreta contra el comunismo se emprendió por parte de grupos policíacos secretos más discretos, por supuesto, que el Comité de Actividades Antinorteamericanas, en EEUU, pero con el mismo tinte paranoico del macartismo imperante.
En México hubo una dualidad muy especial que se contraponían y sin embargo existía. Mientras el extracto más educado del país se solidarizaba con las protestas a lo largo del globo contra la guerra y a favor de la libertad, había también un extracto (la mayoría) que se embebía en las modas sociales de la época y se desentendían de la situación mundial. Aún así, los gobernantes de nuestro país cayeron en un juego de desinformaciones y exageraciones con respecto a la verdadera magnitud del movimiento estudiantil.
Resulta irónico que un gobierno surgido de los ideales más revolucionarios haya atentado contra su propia población, cuando ésta sólo quería ser escuchada. Esto pone en entredicho la representatividad del Estado y su eficacia como modo político. Citando a Nietzche:
“Llámese Estado el más frío de todos los monstruos fríos. Y miente fríamente, siendo su mentira ésta: ‘Yo, el Estado, soy el pueblo’.”
De la masacre del 68 sobresalió un hecho innegable de los gobiernos: la incapacidad de los gobernantes para comunicarse con los gobernados. Una dura lección que aún hoy en día no hemos aprendido, aún no somos una verdadera sociedad civil.
Las ideas de libertad siguen siendo eso: ideas. Ideas al estilo platónico, realizaciones fantásticas con ningún apego a la realidad; no debemos olvidar que las peores dictaduras fascistas nacieron como ideas, que se propagaron sin control y permearon los corazones de las sociedades. Experiencias así son el caro precio que hay que pagar por la libertad.
El conflicto del 68 es un episodio histórico que no tuvo por qué haber ocurrido, las condiciones simplemente se dieron en medio de la vorágine de eventos a escala mundial y el fatalismo invasor en la sociedad en general.

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