martes, noviembre 29, 2005

La libertad religiosa y los otros mártires

Según las notas muy documentadas de Emiliano Ruiz (Reforma, noviembre 2005), los delegados municipales de San Nicólas, en Ixquimilpan, identificados claramente como católicos militantes, dan su ultimátum: no aceptarán la intervención de los gobiernos municipal, estatal y federal en el conflicto religioso entre evangélicos y católicos.
El sábado 12 de noviembre, los evangélicos del Valle del Mezquital realizan un bloqueo en la carretera federal México-Laredo y consiguen una audiencia con el gobernador Miguel Osorio Chong para el miércoles 23 de noviembre. Ante esto, los delegados municipales de San Nicólas descubren apasionadamente el legalismo ("La obligación del gobierno es castigar la toma de la carretera") y, una cosa por la otra, amenazan con expulsar a los evangélicos de San Nicólas para dar un ejemplo a otras comunidades del Valle del Mezquital sobre cómo detener a los evangélicos. El subdelegado Gerardo Nicolás Guerrero es muy enfático: "Son una maldita secta de Estados Unidos que llegó como el SIDA".
-En el municipio de Santo Domingo de Albarradas, las autoridades municipales ordenan derribar y quemar cuatro viviendas de igual número de familias que no son católicas. Interviene el gobierno estatal, las autoridades municipales ofrecen reconstruir las viviendas a cambio de que los afectados retiren las denuncias penales correspondientes.
-En Jaltepec de Cadayoc, Mixe, 15 familias integrantes de la asociación religiosa La Luz del Mundo regresan a su comunidad luego de aceptar cumplir cada domingo con el tequio de la localidad.
-En Estancia de Morelos, Tamazulapam de Espíritu Santo, la autoridad restablece el servicio de energía eléctrica a siete familias evangélicas ausentes de las reuniones del pueblo debido a sesiones de lectura bíblica.
El domingo 20 de noviembre de 2005 el secretario de Gobernación Carlos Abascal, en uno de sus untuosos pronunciamientos clericales, al participar en la misa que beatificó formalmente a 12 mártires de la guerra cristera, afirma (sin que le tiemblen ni su puesto ni sus responsabilidades con el Estado laico): "El rito de beatificación representa una buena oportunidad para reconciliarnos con nuestra propia historia".
La frase, un tanto enigmática, merecería una ceremonia de exorcismo conocido como mera interpretación. si se le pregunta al licenciado Abascal emitirá otro de sus sermones de la gustada serie "Cuando se cansen de oírme, ya se habrán olvidado de la pregunta", y por eso, ante la ausencia de personal descodificador, dirijo mis preguntas al viento, siempre más diáfano que las homilías de Gobernación:
-¿En qué sentido la beatificación, una ceremonia estrictamente religiosa, reconcilia a un país laico (subrayado de la realidad) con su historia?¿Esto es porque ya se sabe que el sentido de la historia es providencial?¿O porque estábamos todos los mexicanos muy enojados con una historia que no reconocía la contribución de los católicos?(Y que no salgan con Hidalgo y Morelos, que bien excomulgados están o estuvieron, a saber).
Si se trata de reconciliarnos a través de la proclamación de la grandeza del martirio, entendido como el sufrimiento y/o la muerte a causa de las convicciones, entonces la reconciliación de Guadalajara es una mínima parte de la necesitada. Mártires, en el sentido del sacrificio por las ideas y creencias, sí que no le han faltado a México: mártires políticos, mártires del patrimonio cultural, mártires de la fe distinta, mártires de la orientación sexual "heterodoxa".
Si el licenciado Abascal, representante característico del PAN de Felipe Calderón, quiere cumplir, así sea por unas horas, con el papel de secretario de Gobernación de un grupo levemente mayor al del episcopado católico, tal vez podría revisar su noción de martirio, y luego, es de suponerse, preparar con espíritu de tolerancia la excomunión judicial de los mártires no católicos. Porque, y volvemos a lo de Ixmiquilpan, ¿qué ha hecho la Subsecretaría de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Secretaría de Gobernación, además de las exhortaciones desvaídas?

Carlos Monsiváis

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