Si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa.
Gilbert Keith Chesterton
Cada día que pasa, un gran número de mexicanos radicados en el Distrito Federal se suman a la inconformidad de los bloqueos del Paseo de la Reforma. Utilizando el recurso del respeto al libre transito argumentan la ilegalidad de los plantones llamados por Andrés Manuel López Obrador.
Habría que recordar que el pueblo mexicano está en un momento de innegable importancia histórica, en los últimos años grandes fraudes como el del FOBAPROA, el error de diciembre e injusticias como los desalojos de Atenco nos caracterizaron como un pueblo sumiso e ignorante que podía aceptar cualquier tipo de atropello realizado por los gobiernos que supuestamente elegíamos democráticamente. Y no es de asombrarse cuando el último movimiento masivo y legítimo fue reprimido a punta de balas con tal fuerza, crueldad y derramamiento de sangre que silenció esas voces durante más de 30 años.
Los conteos ordenados por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación evidenciaron una serie de incongruencias en el cómputo realizados por los Consejos Distritales, más que la recuperación o resta de votos a favor de uno u otro candidato se develó que el ataque a nuestro sistema electoral se basó en la diferencia de votos contenidos en las casillas con los sufragados o con el total del padrón electoral de las casillas, así como la violación de los sellos de los lugares donde estaban resguardados los paquetes electorales y un gran número de paquetes electorales ilegalmente abiertos y manipulados.
Estas incongruencias están a la vista de todos y son hechos, no suposiciones. Sin importar cual filiación política tengamos, es apremiante defender nuestro sistema electoral y democrático a como de lugar. Puede parecernos algo inofensivo que haya existido fraude en algunos distritos electorales o casillas, pero no está en juego la reputación de un candidato o partido político, está en juego la forma en que los mexicanos construiremos nuestra democracia, la forma en que decidiremos cuales de nuestras instituciones siguen siendo parte fundamental del sentir de nuestra nación.
El problema por el que atraviesa nuestro país no es un plantón en Paseo de la Reforma, no es la toma de instituciones bancarias o casetas de cobro de autopistas. El gran problema que tenemos enfrente es que estamos ante un escenario de fraude electoral, fraude que si permitimos tímidamente con manifestaciones sobre la acera o huelgas de hambre de 20 personas será pasado por alto, será borrado durante muchos años, será una hoja más de algún libro que mostrará nuestra cobardía a transitar en un gobierno democrático. Este país será el que entreguemos a nuestros hijos y nietos, el que debemos defender para entregarlo en las mejores condiciones, no hablo de macroeconomía ficticia avalada por grandes ganancias petroleras y entrada histórica de remesas de nuestros paisanos que tuvieron que emigrar al vecino país debido a que nunca les llegó el gobierno del cambio. Hablo de construir una verdadera democracia, un estado de solidaridad donde cualquier acto de atropello sea juzgado y cobrado con intereses al gobierno que siquiera lo intente.
No podemos llamar violentos a los defienden la democracia de la que algún día gozarán los que vienen, solo hay que recordar que hace unos meses un pueblo como el francés, alzó la voz hasta quedarse afónico cuando se cometió un atropello racista. Francia, país de primer mundo vivió momentos graves de resistencia civil, en la que su pueblo le demostró al gobierno que pesan más los que eligen, que los elegidos.
Hace algunos días un columnista estadounidense publicó que le hubiera gustado ser mexicano para pertenecer a un pueblo que reclama los atropellos al sufragio efectivo. Reclamo que en Estados Unidos nunca pasó a mayores ante la imposición fraudulenta de George W. Bush. Estemos orgullosos de aquel que a pesar de tener todo en contra sigue ahí, en aguas turbias y peligrosas, arriba del barco que esperemos algún día nos lleve en camino directo hacia la democracia.
No estrechemos el andar democrático a cualquier filiación política o propuesta económica y social, como mexicanos tenemos el derecho y la OBLIGACIÓN de defender a toda costa que nuestro sistema electoral sea limpio y transparente. Recordemos que el pasar por alto lo que parecían en su momento inocentes fraudes electorales, nos costó más de 70 años de atropellos perpetuados por la “dictadura perfecta” priísta. No basta con nacer en este suelo para decirnos mexicanos, tengamos el valor para defender una democracia aún en pañales, que será el sustento de toda la vida institucional que entregaremos a los que algún día nos pedirán cuentas.
Julio Orozco Santos Coy
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