viernes, noviembre 17, 2006

Milton Friedman y su problema de teorización

Hace algunas horas murió Milton Friedman: gurú de los neoliberales y uno de los personajes más influyentes en la esfera económica.

Milton Friedman era un reconocido teórico que al igual que todo economista sufrió el problema de la teorización de las ciencias sociales.

Las matemáticas han resultado ser un valioso instrumento para llevar adelante discusiones y unificar puntos de vista en ciencias como la física, biología, química, etc. Las ciencias sociales se rehúsan tercamente a la teorización, ¿por qué?

Vamos a analizar un ejemplo: la ecuación de cambio de Fisher.

Esta ecuación sirvió a Friedman para establecer curiosos vínculos entre conceptos distintos como el flujo monetario y el nivel de precios de la economía contemporánea.

Como bien se sabe, Fisher estipuló lo siguiente:

P = (M.V + M'.V') / T

donde P representa los precios, M la cantidad de dinero circulante por la economía de un cierto territorio, M' los depósitos bancarios en cuenta corriente (lo que es el dinero bancario) V' la velocidad de dichos depósitos y T el número de transacciones que se realizan.

La fórmula a primera vista podría resultar muy útil y sencilla (bueno, bonito y barato), pero no todo lo que brilla es oro ni las caracterizaciones siempre correctas.

Fisher nos dice que el nivel de precios de una economía cambia según el volumen de dinero circulante, tomando como referencia obligada la velocidad de circulación del mismo y el número de transacciones en que se emplea este medio de cambio. Con este autor comienza una larga tradición que llega hasta nuestros días, y que ha ganado poder e influencia en el pensamiento económico a lo largo de las últimas décadas: esa influencia consiste, esencialmente, en el control mismo de la economía –a través de la regulación del nivel de precios– por medio de una efectiva política monetaria.

La regulación de la oferta de dinero provocará una normalización, más tarde o temprano, del propio nivel de precios (así tomé 6, 20 o 30 años). En base a la teoría de Friedman los precios son el reflejo de la oferta de dinero que circula por un estado concreto. Sin embargo, los defensores del neoliberalismo rabioso de Friedman, se han encontrado con numerosos obstáculos. El problema principal no es otro que el de definir qué es exactamente el dinero bajo el campo de las finanzas actuales, pues existe un espectro amplio y variado de matices para definirlo: el depósito de ahorro disponible para retirar los fondos y que pueda transformarse en seguida en una cuenta corriente; o una línea de descuento; o el crédito de una tarjeta aún no utilizada. En definitiva, la ecuación de Fisher no abarca como regulador de los precios a elementos financieros que bien pueden agruparse dentro del marco de lo que se conoce como dinero.

Al descuartizar la definición simplista de Friedman, se produce una desvinculación, si no total, al menos parcial –y en consecuencia desaparece el carácter sacrosanto de una verdad eterna inconmovible– entre la oferta de dinero y el “control” del nivel de precios. Por eso, quienes enarbolan la bandera del monetarismo deben saber que, como bien dice John K. Galbraith: “el dinero no está vinculado con los precios a través de la magia misteriosa de la ecuación de Fisher ni de la fe de Friedman, sino de los altos tipos de interés, mediante los cuales se regulan los préstamos y la creación de depósitos bancarios (y de otra índole).”

¿Por qué le dice Galbraith “misteriosa” a la ecuación de Fisher? Porque los términos que la componen son de una ambigüedad que la ingresan en el terreno de la pseudociencia. Si los componentes de la fórmula son, para efectos prácticos y empíricos, desconocidos o especulativos, podemos decir con bastante certeza que el modelo no es científico. Es charlatanería que se oculta a la sombra del prestigio científico.

En su libro de 1943, “Teoría de los juegos y comportamiento económico”, John Von Neumann y Morgenstern afirman acertadamente: “Las matemáticas se han utilizado realmente en la teoría económica, y hasta es posible que de manera exagerada. Cualquiera que sea el caso, no se han obtenido muchos resultados útiles”.

El problema principal de tratar de aplicar técnicas matemáticas a las ciencias sociales reside en dos aspectos:

1-Las matemáticas son impropias para las disciplinas donde interviene el elemento humano; o factores, cuantitativos, pero que se resisten a la medición.

2-El instrumental matemático disponible es inadecuado y es de esperarse que para resolver los problemas de estas ciencias se “descubran” nuevas herramientas.

Del primer aspecto ya hemos tenido casos tristemente célebres como el factor g de Spearman, la ecuación de cambio de Fisher, etc. Todos ellos han engendrado teorías que han traido mucho sufrimiento a la humanidad, sin olvidar el retroceso ocasionado por prejuicios pseudocientíficos.

El segundo parece inevitable si hemos de tomar como antecedente la historia de la ciencia: el cálculo, la teoría del caos, la mecánica estadística, etc. Todo gran avance necesita de una sustitución de paradigmas, precedida de un desarrollo de nuevas herramientas lógicas y matemáticas.

La mayoría de los modelos hechos para justificar la teoría económica son extremadamente ineficientes y sin embargo siguen enseñándose en las escuelas como canon. La curva de la oferta y la demanda por ejemplo, es uno de esos modelos simplistas que no explican nada y sin embargo, recibe un tratamiento casi privilegiado en todo análisis financiero.

Von Neumann y Morgenstern criticaron el intento de aplicar el cálculo, instrumento forjado para la mecánica, a problemas muy diferentes. Pero no es el cálculo per se lo que está a discusión sino la eficacia de los modelos que generaron. Si una política económica produce efectos perniciosos socialmente, es cuando menos incompleta, si no inoportuna, sobre todo cuando se vende al público como la solución perfecta para el progreso.

Debido a esta ambigüedad en el estudio de las ciencias sociales es que la teoría económica es tan variada y debatible. Por ahora, la teoría “correcta” es la del concenso: el liberalismo económico. Una escuela económica dotada de una nunca mensurable capacidad de cinismo a la hora de presentarse como la fórmula idónea de tantas causas perdidas, pues pronto se observa que, al subir los tipos de interés como medio de control inflacionario, no se beneficia sino a quienes poseen mayores recursos; de hecho, los que mejor lo pasan en el contexto del monetarismo más exacerbado son las instituciones financieras y los individuos, corporaciones y, en general, demás empresas que pueden prestar sacando así tajada de semejantes efectos.

Por ahora, la economía no es ciencia. No hay recetas ni medicinas perfectas... pero si mucha homeopatía. No hay herramientas de estudio científicas... pero si muchas herramientas retóricas. No hay autoridades en la materia... pero si muchos merolicos con doctorado. No hay humildad en reconocer las fallas en el sistema... pero si mucha soberbia para exaltar un sistema sobre otro. No hay un solo Albert Einstein... pero si muchos Miltons Friedmans.

Fernando Velázquez


Fuentes:
http://www.nodulo.org/ec/2005/n045p21.htm
http://laberinto.uma.es/articulosinpublicar/santiago2.htm
http://www.uv.es/asepuma/XI/39.pdf

5 comentarios:

Antonio dijo...

Saludos Fernando,
De economía no sé mucho, pero después de leer tu post, le pregunté a mi esposa, que es economista, si ella considera que la economía es una ciencia. Me respondió que no. Debo admitir que su respuesta me sorprendió

Un Abrazo

mathcons dijo...

Una de mis primas es igualmente economista (hasta con maestría en curso) y tampoco considera que su disciplina sea una ciencia. En alguna ocasión comparamos mi tesis de titulación (soy ingeniero) y la suya; entre las diferencias que encontramos es que yo podía enunciar los principios científicos bajo los que basé el diseño y construcción de mi proyecto de manera casi irrebatible, dejando de lado la manera de redactar. Mientras que la de ella, mostraba una cautela muy peculiar para todo lo escrito. El estado actual de la economía me recuerda al de la psicología antes del desarrollo de la neurología.

un abrazo,
fernando velázquez

jose dijo...

Lo dicho, charlatanes los hay en cualquier ámbito.
Bastante ilustrativa y bien explicada la entrada.

Saludos Fernando.

Lorena dijo...

Bueno, hasta en la ciencia hay charlatanes, ultimamente han habido varios escándalos de científicos reconocidos en el mundo de la biologia molecular y medicina que han alterado resultados para poder publicar un artículo, y esto se ha llevado a cabo inclusive en algunas de las mejores revistas científicas como Nature, so, que podemos esperar en otras áreas del conocimiento, como la economía donde aún se tiene que ir con cuidado para no caer en la charlatanería....

Unknown dijo...

La riqueza material o bienes reales, es aquello que directamente nos ayuda a mantener o mejorar nuestra vida. Dada una formación social humana, el Modo de Distribución en uso es la forma político-jurídica (ideológica, superestructural) que administra el acceso de los seres humanos a dicha riqueza material. En una frase, el Modo de Distribución es la ideología dominante que nos habilita o inhibe de acceder a los bienes materiales que mantienen o mejoran nuestras vidas.

El Modo de Distribución es lo que se enseña en los departamentos o facultades de economía de todo el mundo. Un economista aprende a distribuir los bienes, no a producirlos. Es decir, un economista aprende una ideología, una normativa político-jurídica (en especial la ideología dominante) pero no una ciencia.

Hasta ahora, en toda la historia del hombre ha habido solamente dos Modos de distribución económicos, que se diferencian entre sí únicamente por usar o no un medio específico de distribución: el modo de distribución en especie (trueque, que no usa medio de distribución alguno) y el modo de distribución dinerista (usa al dinero como medio de distribución).

Sin embargo ambos comparten lo esencial: distribuyen la riqueza material según la participación de cada hombre en la producción de dichos bienes materiales, los que conforman la riqueza que permite mantener o mejorar la vida. Ambos modos son productistas: sólo merece ingresos quien produce. Los economistas, técnicos poseedores de un título oficial, aprenden como un catecismo, dogmáticamente, que este modo de distribución meritocrático es el único posible.

Las economías alternativas comparten la esencia de la economía primitiva, comparten el Modo de Distribución Productista.

Es fácil observar que esta condición productista, que hace ser a la distribución económica, es una posición ideológica, no científica, ya que todos los seres humanos, independientemente de su participación en la actividad productiva, deben mantener y/o mejorar su vida. Y no sólo no es científica por ese aspecto tan evidente, es, además, una ideología eminentemente criminal: en términos universales, la gente capaz de producir, es decir, la gente capaz de recibir ingresos, sólo constituye el 40,6% de la población. En resumen, el Modo de distribución productista, por motivos puramente ideológicos, excluye del acceso a la riqueza material al 59,4% de la población del mundo; la excluye del acceso a la riqueza. Es un hecho incontrastable que la pobreza, el hambre y la miseria humanas –la consecuencia ineludible de esa falta de acceso a los bienes materiales- tienen su origen en esa productista ideología distributiva, oficialmente aceptada por todas las escuelas económicas, políticas y sociales, desde Hammurabí hasta hoy. Casi durante toda la historia del hombre. Por ello se dice resignadamente que "pobreza siempre hubo".

Sin embargo, la forma político-jurídica que llamamos Modo de Distribución, sea cual sea, es por sí misma independiente de la producción material de riquezas: le antecede. En cambio, la forma de producir los bienes es científica. Ella es responsabilidad de ingenieros, trabajadores y mercaderes, pero no de economistas. Es variable histórica y geográficamente. Ella puede ser, lo ha sido y lo será, abundante, suficiente o escasa. Si un trabajador en edad productiva produce poco o mucho –como vemos, hablamos en este caso de un hombre que para el Modo de Distribución Productista es merecedor de ingresos-, recibe según lo que produce: poco o mucho. La producción material determina, en la economía primitiva, la cantidad de lo que él recibe, pero no determina el modo elegido de distribución. Éste existe antes que aquel. Le preexiste. El modo de distribución productista (esencia de la economía primitiva) lo fija la ideología dominante, la superestructura político-jurídica en uso. Lo aplica a rajatabla el economista, el técnico oficial con título otorgado por quien impone dicha ideología.

La economía es una ideología distributiva. No es ciencia. Es, como lo demuestra la realidad, una criminal ideología distributiva, productista y meritocrática, que nunca vencerá la pobreza y que, por tanto, nos empeñamos en sustituir. Es para ello que promovemos la poseconomía, el socialismo poseconómico.

Alberto Sigales

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"Nada se cambia con sólo combatir la realidad existente. Para cambiar de verdad hay que construir un modelo nuevo que transforme la obsoleta realidad".

Buckminster Fuller

La poseconomía promete ser ese modelo.